Originales Digitales es un producto artístico fruto de un amplio proceso creativo con el que Héctor Hernández cuestiona la unicidad del objeto y la imagen, estableciendo una compleja relación dialéctica entre la obra material y el original digital. Los elementos implicados se exponen en los siguientes parámetros: objeto material como copia única y objetivación de un proceso de reconstrucción física del original digital, al que, por otra parte, tampoco se renuncia en esta suerte de irresoluble tensión conceptual y artística.
En Originales Digitales, el autor aporta una concepción de la imagen que refleja modos, códigos y órdenes constructivos y deconstructivos propios de la cultura digital y de la hipercultura tecnológica. Así, a partir de iconografía global, el autor establece un discurso en el que, si bien en apariencia resulta accesible, subyace una gramática desarrollada tras años de trabajo que lo aproxima a un lenguaje singular.
El fundamento distópico de Originales Digitales se asienta en la indagación que realiza Héctor Hernández sobre la relación alienante entre cultura, política, sociedad e identidad individual. Con ello, intenta problematizar sobre la función del arte y su vínculo con la exaltación de las virtudes del poder y con su representación. Un planteamiento incisivo y corrosivo que nos recuerda que no existe nada fuera del ecosistema capitalista y que todo arte es político, cualquier cosa que creemos tiene indefectiblemente una lectura política.
El anhelo de atraer y comunicarse con un espectador, adiestrado en el consumo de imágenes producidas por los medios de comunicación masiva, le lleva a tramar una táctica donde propone una primera «lectura visual» mediante obras con un acentuado carácter estético, para, posteriormente, ofrecer una segunda lectura, con una obra que analiza y se posiciona respecto a la necesidad de formas diferentes de actuación y de la manipulación del imaginario que nutre nuestra experiencia. Pero más allá del diseño, de la disposición decorativa de la obra y del contexto expositivo, hay una intención que tiene su epicentro en la generación de campos de actuación, espacios paralelos y periféricos, lenguajes de desarticulación crítica de la representación oponiéndose a la funcionalidad, negándose a formar parte de la decoración a través del lenguaje, del concepto, del significado, de la singularidad de su construcción perceptiva y del espacio donde se ubica.
En esencia, Originales Digitales es una propuesta expositiva interdisciplinar que contempla pintura, dibujo, escultura y videoinstalación, a través de la que Héctor Hernández pone en relación las tendencias posmodernas y los influjos neoconceptualistas del arte contemporáneo. Como ya se indicó, en Originales Digitales, el autor realiza una potente crítica de la cultura digital y de la hipercultura tecnológica, en la que problematiza sobre las normas artísticas y los valores culturales gracias a los cuales se articula la importancia o, incluso, la trascendencia del arte. Son, por tanto, ejes que vertebran la propuesta del autor la intención de cuestionar el establecimiento de las premisas formales y tradicionalistas dentro de una disciplina artística o concepción estética, así como la preocupación por establecer una comunicación efectiva en la recepción e interpretación de la obra de arte. Dicho con otras palabras: por un lado, la hiperestetización de la imagen-objeto y, por otro lado, la obra en sí con un nivel de lectura sumamente crítico.
Así, Originales Digitales es el resultado de un proceso de cuestionamiento de tres aspectos que inquietan a Héctor Hernández: la creación, la interpretación de la obra de arte y el posicionamiento ideológico o la función del arte en nuestros días. Ciertamente, podríamos afirmar que esta ha sido una constante en la creación del autor; sin embargo, en el conjunto de obras aquí presentadas el artista se enfrenta a estos interrogantes en un proceso que no acaba en la propia obra, sino que, además, requiere el concurso del público. Por ello, Originales Digitales se presenta como un resultado y, a su vez, como un nuevo cuestionamiento que surge de la representación sensible, cercana, conocida, consabida, que en su necesidad de respuesta busca al espectador. La exigencia de comunicación con el espectador como requisito para el planteamiento crítico lleva a Héctor Hernández a dar un giro a la figuración. Este retorno figurativo permite que en Originales Digitales opere una fuerte tensión dialéctica entre la naturaleza intersubjetiva y, en cierta medida, impersonalizada del criterio estético, con probabilidad anestesiada por la sobrexposición continuada a los medios de masas, y los discursos personalistas de los artistas, la academia y, por supuesto, del comercio del arte, todos ellos frecuentemente establecidos en circuitos cerrados de conveniencias.
Con este ambicioso fin, Héctor Hernández establece una compleja metodología de trabajo creativo. En una primera fase, realiza la búsqueda y selección de imágenes de archivo almacenadas en la red. Partiendo de la premisa de un espectador que hoy en día se presenta como un sujeto de insaciable apetito visual entrenado en la sociedad de la imagen y el espectáculo, el autor asume como propias las estrategias de la industria del comercio visual y escoge un universo icónico omnipresente en el imaginario colectivo. En esta línea, el robot de Originales Digitales es un potente elemento visual que tiene su origen, tal como lo trabaja el autor, a comienzos del siglo XX. En su momento representaba todo lo futurible, el espíritu de lo que aún no había ocurrido; sin embargo, para el público de hoy día es un recuerdo de todo aquello que no llegó a ser. En tiempos en que la tecnociencia adelanta incluso a la ciencia ficción, Originales Digitales parece recordar que aquel símbolo de apariencia robótica, firme esperanza de un mundo liberado, ha sido sustituido por una relación de consumo, donde son silenciados los consumidos.
Posteriormente, en la segunda fase de creación, procesa la imagen digital bajo la noción de juego. Es aquí donde el autor ejecuta una labor de deconstrucción y, a la vez, reinterpretación de la imagen unitaria, que queda como eco necesario, pues ancla al espectador al ámbito de lo conocido. Esta es la estrategia que Originales Digitales emplea para captar la atención del público y, como anotamos, la causa de que Héctor Hernández, en esta ocasión, haya decidido transitar el arte figurativo.
En la tercera fase, ejecuta un procedimiento compositivo producto de la yuxtaposición de imágenes procesadas conformando una suerte de collage digital en el que indaga buscando una lectura crítica. En esta etapa del trabajo, la investigación plástica se centra, principalmente, en estrategias de composición y construcción de una sintaxis visual, un juego asociativo que reinterpreta ese infinito banco de imágenes que circula por internet. La descontextualización, apropiación e intervención de imágenes y objetos y su nueva reubicación en otro contexto relacional, deriva en la desviación de la interpretación de un significado unitario, convencional a fuerza de exposición monológica reiterada, a una nueva semántica en la que lo conocido presenta nuevos aportes significativos, en el caso de Originales Digitales vinculados con la dimensión política del imaginario colectivo.
El movimiento pretendido es, entonces, de la hiperestetización de la imagen con el fin de captar la atención del espectador a la obra de arte como una proposición analítica que busca el compromiso crítico del público. Al respecto, en Originales Digitales el artista se erige en tecnócrata que propone una relación íntima entre las imágenes y las personas, por tanto, un vínculo teñido de autonomía, de subjetividad y de vida, en clara oposición con uno de los principales recursos de la cultura del consumo, esto es, la pérdida de la intimidad gracias a la circulación de infinidad de imágenes estandarizadas. Tanto es así que la eficacia de cualquier producto artístico en la cultura del entertainment, de la que las bellas artes se pretende liberada, se basa en la capacidad de provocar un momento de olvido de sí en el espectador. Es, precisamente, la explicitación artística de este olvido y el reconocimiento por parte de los espectadores de los subterfugios del poder una de las claves del discurso político de Originales Digitales.
En el proceso creador de Héctor Hernández, en primer lugar, surge la obra inmaterial, digital, la cual, paradójicamente, es considerada como el objeto artístico original, a partir del que establece una traducción material. El resultado será una obra digital original y una copia única de aquella ahora de naturaleza material. En cualquier caso, ambos resultados se enfrentan en Originales Digitales proponiendo al espectador un análisis comparativo. Por ello, el espectador encuentra en la exposición el código QR que le permite el acceso a la obra digital original, puesto que la copresencia, en dos órdenes de la realidad distintos (material y virtual), es la concreción de la propuesta estética del autor.
Con todo ello, el público asiste a una sensación estética orquestada como una tienda de juguetes, pues Héctor Hernández parte de su imaginario infantil: ensamblaje de juguetes y collages pictóricos, combinaciones de filigranas y trazos gruesos, reconstrucción de un universo que se presenta al espectador como algo conocido, pero que se proyecta hacia la confusión conceptual de lo propiamente figurado conforme ahondamos en ella. Así, en lo que respecta a la iconografía, en Originales Digitales todo lo negro guarda relación con la fantasmagoría, no tiene vínculo con lo vivido encarnado, pero sí es algo que permanece en la memoria en tanto en cuanto hay una vivencia a través de la pantalla. Por el contrario, los elementos compositivos que están plenos de color sí corresponden a la realidad percibida en presencia del artista. En este punto, el autor reelabora ese imaginario de percepciones en una relación de yuxtaposiciones, sin llegar a una completa identificación entre imagen de pantalla e imagen encarnada. Pareciera, pues, que Héctor Hernández confía en la salvaguarda de una experiencia de individuación a partir de la propia sensación.
En definitiva, Originales Digitales plantea al espectador obras digitales y sus copias materiales en relación de contraste, punto de partida que remite al proceso creativo en la que el propio autor se ha visto inmerso y propone una nueva lectura a un espectador activo que debe completar la ecuación hermenéutica.
Israel Castro Robaina.